jueves, 13 de junio de 2013

FLORACIÓN VIÑEDOS DE “ENTRETORRES” EN PARAJE DEL CASCANTE.

FLORACIÓN VIÑEDOS DE “ENTRETORRES” EN PARAJE DEL CASCANTE.

La vid, como planta perenne, ocupa el suelo durante 30 a 40 años y no entra en producción hasta el 3º o 4º año después de la plantación. La vida de la vid es una sucesión de ciclos anuales interdependientes. Las condiciones de vegetación a lo largo de un ciclo debidas al medio y al hombre tienen influencias en los ciclos vegetativos siguientes.


El ciclo anual se divide en Ciclo Vegetativo y Ciclo Reproductor. Durante el ciclo vegetativo la vid asegura el crecimiento y desarrollo de los órganos vegetativos (pámpanos, hojas, zarcillos y raíces), su perennidad mediante el almacenamiento de reservas (agostamiento) y la adquisición de endolatencia de las yemas. Durante el ciclo reproductor, período en el que nos encontramos actualmente, la vid asegura el crecimiento y el desarrollo de los órganos reproductores (inflorescencias, flores y bayas) y su maduración.



Nos encontramos en pleno ciclo reproductor. El desarrollo de los órganos reproductores empieza con la iniciación de las inflorescencias en las yemas latentes el año anterior y la diferenciación de las flores durante la primavera; después se desarrollan sucesivamente la floración, el cuajado, el crecimiento y la maduración de las bayas del racimo.




La iniciación floral se debe a la exteriorización de la fertilidad de las yemas, resultado de la acción de factores externos y factores ligados a la planta. Es un fenómeno morfológico de diferenciación de la inflorescencia y de las flores.

 
El podador sólo debe considerar como yemas de fertilidad normal aquellas situadas en sarmientos que se asienten a su vez sobre otros pulgares o varas del año anterior. Estas yemas de fertilidad normal, que contienen generalmente dos racimos, se llaman yemas francas. El tamaño de los racimos y la perfección de su estructura es tanto mayor cuando mejor ordenadas estén las yemas, siendo las de la mitad del sarmiento las que ofrecen esta coyuntura.


El número de inflorescencias o de flores en relación con el número de yemas francas dejadas en la poda expresa la fertilidad potencial, y en relación con las yemas brotadas la fertilidad práctica.

 


Las flores de la vid se agrupan como inflorescencias en racimo y su conformación se realiza dentro de las yemas fértiles. Desde la aparición de las yemas fértiles en el pámpano y en el interior de ellas, en sus conos vegetativos, existen grupos especiales de células, que se multiplican rápidamente, a la par que crecen la yema y el pámpano que la sustente, para formar estas flores. Las inflorescencias (racimillos) quedan formados definitivamente en la yema, con su arborescencia y número de florecillas que ha de tener al terminar la fase de crecimiento de la vid.



Al año siguiente, al brotar dicha yema y originar el pámpano correspondiente, se destacan de éste los racimillos de flores (inflorescencias), con la disposición peculiar de cada variedad de vid, con un eje del que parten ramificaciones de segundo orden; de éstas, otras de tercer orden, et., y las últimas  con pedunculillos o cabillos cortos, que se terminan con la flor.


(Imagen obtenida del libro “Tratado de Viticultura General”, de Luis Hidalgo)


Las temperaturas durante esta estación de primavera están siendo algo bajas a pesar de ello asistimos a un rápido crecimiento de los pámpanos. Como consecuencia de la intensa transpiración sobreviene una detención del crecimiento, fundamentalmente debido a una acentuada reducción de los elementos de reserva de la planta y un déficit natural de agua. Conforme se reduce el crecimiento del pámpano, las materias orgánicas de reserva vuelven a acumularse en los pámpanos que comienzan su agostamiento, circunstancia esta que contribuye a la diferenciación de las yemas frutales.


Cualquier acción que altere el ciclo normal del desarrollo estacional de la vid, tales como un crecimiento rápido y continuado, un crecimiento débil, un exceso de cosecha y otros similares, retrasan la iniciación de la formación de las yemas fructíferas, reduciéndose también el número de racimos producidos, su tamaño y la perfección de su forma.

Es fundamentalmente importante en la diferenciación de las yemas fructíferas los factores climáticos, el vigor, las sustancias reguladoras del crecimiento, los componentes minerales y orgánicos específicos y la aptitud de la variedad al respecto.
 

Las temperaturas tienen una acción directa en el desarrollo y crecimiento de la planta así como en el metabolismo general de la misma, con un relevante papel en la diferenciación y desarrollo de los órganos florales. Cuando se produce una brotación tardía, debido por ejemplo a una poda retrasada, el número de inflorescencias se encuentra acrecido, consecuencia de las temperaturas que han dado lugar a una mejor diferenciación de las inflorescencias. Cuando la brotación se produce a bajas temperaturas, como ha pasado este año en nuestros viñedos por tener una estación de primavera con una temperatura media de 15ºC, el número de inflorescencias es inferior al de temperaturas elevadas, pero el número de flores es más alto.


El tiempo soleado con abundante iluminación durante el período de iniciación floral da lugar a la diferenciación  de mayor número de inflorescencias, aumentando la iniciación floral con la longitud del día y la temperatura. Formas de conducción de la vid que favorecen la iluminación dan lugar a resultados igualmente favorables.




La fertilidad desciende:
¨      con pámpanos excesivamente vigorosos en vides de gran desarrollo quedando las posibles yemas fértiles que se formen alejadas.
¨      En cepas extremadamente débiles.
¨      Patrones vigorosos.
¨      Abonados excesivos.
¨      Podas muy cortas
¨      En general, factores que favorecen el vigor.

Factores de decisiva influencia en la iniciación y desarrollo floral.
¨      Las citoquininas, reguladores del crecimiento que emigran desde el sistema radicular, favorecen la iniciación de las inflorescencias y la diferenciación de los órganos florales.
¨      Componentes minerales, fundamentalmente fósforo y zinc, proteínas-nitrógeno.

Con la terminación de la primavera o comienzo del verano asistimos en nuestros viñedos al fenómeno de la floración. Cuando las temperaturas medias de los días rebasan los 15 ó 16 grados, la corola se abre, regularmente, a partir de su inserción  con el cáliz, y estambres y pistilos maduran. Este fenómeno varía con la variedad y las condiciones climáticas del año. No todas las flores de un racimo y, en consecuencia, de una parcela, se abren al mismo tiempo, la floración se escalona de 10 a 15 días. La dehiscencia del capuchón y su caída están favorecidas por la insolación y el calor (mínimo 15ºC). Es importantísimo que durante este período del año no llueva pues el capuchón no caería a causa de la lluvia y las flores quedan encapuchadas. Después de la caída del capuchón, los estambres se separan del gineceo, y efectuando una rotación de 180º liberan el polen que cae sobre la superficie rugosa del estigma, y gracias al líquido azucarado que éste segrega, germinan, emitiendo los tubos polínicos que se alargan, y bajando por el cuello hasta la cavidad ovárica, llegan a los óvulos, realizando su fecundación. 



Entonces los óvulos fecundados crecen y estimulan el desarrollo de las partes del ovario que llega a constituir el granito de uva o baya.



La fecundación de la vid es generalmente de una flor a otra. La mayoría de las variedades de vid que se cultivan son hermafroditas, produciéndose de un modo natural la fecundación, pero cuando se trata de vides unisexuales femeninas, por mala conformación de los estambres, o  de aquellas en que el polen de las anteras posee deficiente poder fecundante, hay que recurrir a la polinización artificial.

Factores favorables del fenómeno de fecundación.
¨      Temperaturas medias de 21ºC, tiempo seco y ligero viento.

Factores desfavorables del fenómeno de fecundación.
¨      Temperaturas inferiores a 15 o 16ºC, acompañadas de lluvia, retardan el descapuchonado, provocan desigualdades en la maduración de polen y óvulos, lavan o diluyen el líquido azucarado de la entrada del estigma, haciendo que el polen germine mal o no lo haga. No llegándose a que en muchas flores la fecundación no llegue a realizarse.
¨      Defectos en la conformación floral (estambres con polen de poca vitalidad, aparato femenino rudimentario), alimentación deficiente o escasa del racimillo, antes, durante y después de la fecundación, que pueden determinar el aborto de la flor, la ausencia de fecundación o la producción de granos que quedan pequeños y no maduran
 


Todas las anteriores perturbaciones que dificultan y entorpecen la fecundación, dan lugar al corrimiento del racimo, quedando muy suelto, con pocas uvas, e incluso sin ninguna en casos límite. En cambio, no perturban el normal crecimiento y desarrollo de la planta.



Se denomina tasa de cuajado al número de bayas que quedan en los racimos en relación con el número de flores de las inflorescencias de que provienen. 

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